jueves, 8 de mayo de 2014

ARTÍCULO: Shakira y los plátanos

Shakira y los plátanos
05 de mayo de 2014
A David Campayo, a quien se le ocurrió lanzar un plátano al jugador brasileño Dani Alves en el partido Villarreal-Barcelona, se le ha caído el pelo. En menos de 48 horas se enfrenta a una pena de prisión, a una multa, el Villarreal le ha retirado el carnet de socio de por vida además de impedirle el acceso tanto a El Madrigal como a las instalaciones de la Ciudad Deportiva y también se ha quedado sin trabajo.
No entro a valorar ninguna de estas medidas, solo quiero constatar que son medidas ejemplarizantes. Es decir, el mensaje está claro: el gesto es deplorable -lo es, sin duda-, y no se puede volver a repetir. La reacción contra la escena racista ha ido mucho más allá. La solidaridad con Alves y el rechazo al racismo se ha extendido por todo el mundo y se han utilizado para ello tanto las redes sociales como los medios tradicionales. Todos los gestos -espontáneos o no- han coincidido además con una campaña contra el racismo emprendida por el mundo del deporte en la que se puede ver y oír frente a la cámaraa figuras destacadas mundialmente con un rotundo: No al racismo.
Hasta aquí, nada que objetar. Todo lo contrario. Enfrentar y combatir al racismo es un deber que nos compete a todos los seres humanos sin excepción, máxime a figuras seguidas e incluso idolatradas especialmente por los niños y niñas de medio mundo.
Sin embargo, es sorprendente que la otra lacra que corroe nuestras sociedades, el machismo, no sea motivo de reacción desde el ámbito del deporte -y especialmente desde el mundo del fútbol donde reina y se extiende sin parar-, con igual ni siquiera parecida vehemencia.
Pocas semanas antes del incidente en el campo del Villarreal, vimos con estupor cómo miles de personas (no una, miles) gritaban en el estadio del Espanyol: “Shakira es una puta”. Misoginia y machismo en estado puro. Obviamente, la frase no tenía nada que ver con Shakira. Era, en la concepción patriarcal de que las mujeres son propiedad de sus parejas, contra su compañero Piqué. No hace falta explicar todo el sexismo que encierra el hecho y seguro que tampoco aclarar que parte de quienes esto gritaban eran puteros y no de manera simbólica, como hacían al gritar la frasecita de Shakira, sino puteros reales, de los que se aprovechan de la explotación de mujeres y niñas (España es el país de la Unión Europea en el que más uso se hace de la prostitución).
Frente a esta multitudinaria manifestación de misoginia no ha habido reacciones, no se ha cerrado el campo del Espanyol ni ha habido medidas ejemplarizantes. Es decir, el mensaje está claro: el gesto deplorable se puede volver a repetir porque no pasa nada.
El caso es que el artículo 3 de los Estatutos de la FIFA dice: “Está prohibida la discriminación de cualquier país, individuo o grupo de personas por su origen étnico, sexo, lenguaje, religión, política o por cualquier otra razón, y es punible con suspensión o exclusión”. Y da la casualidad de que el país anfitrión del próximo Mundial de la FIFA es Brasil, el país de origen de Dani Alves. Y también coincide con que hace muchos meses que numerosos movimientos y organizaciones brasileñas están alertando y combatiendo con sus recursos el aumento de la prostitución que
están seguros que el Mundial atraerá.
¡Qué oportunidad perdida! Con lo fácil que hubiese sido añadir al compromiso de tanto ídolo tres palabras. Qué sencillo hubiese sido decir “No al racismo ni al machismo”. Está claro que algunas barbaridades se ven y se combaten y otras se toleran y normalizan. Así nos va.